Emoción tragada, ahogo seguro.

“El corazón tiene razones que la razón ignora”, Blaise Pascal.

Podcast, por si prefieres escucharlo.

1.- ¿Te estás ahogando?

¿Qué emoción bloqueas habitualmente?, ¿qué emoción te cuesta más permitirte? La verdad, cuando me hicieron esta pregunta por primera vez, no tenía ni idea qué contestar.

Reflexionando me di cuenta de lo mucho que me costaba permitirme la tristeza, esto es, aceptar con naturalidad que estaba sintiéndome triste; cada vez que me sentía triste, procuraba disimularlo, ignorarlo o bromear con ello, tratando de restarle importancia y aislándome, sin pedir la ayuda ni el cariño que me facilitaran salir de ese estado de ánimo.

Me he tragado tantas veces la tristeza a lo largo de mi vida, que sus consecuencias de cierto ahogo ya eran normales para mí en algunas situaciones. Menos mal que esto no desembocó en enfermedad psicosomática alguna.

Por desgracia, los datos del consumo de psicofármacos en España nos dicen que no siempre es así, sino más bien lo contrario. La necesidad de acudir a la química para gobernar el estado de ánimo es cada vez mayor. Y me parece extremadamente preocupante. ¿Te sientes ahogado?, ¿Cuáles son las posibles causas?

2.- ¿Cuáles son algunas de las causas?

Por todo lo que he leído sobre este tema apasionante e inquietante, las causas pueden ser desde genéticas hasta sobrevenidas a lo largo de nuestro periplo vital:

  • Creencias limitativas adquiridas en nuestra educación: “Hay que ser fuertes, sonreír y tirar para adelante”, “Venga, no llores”, “los chicos no lloran, tienen que pelear”, etc.
  • Normas culturales que nos condicionan: vivimos en una Sociedad donde manifestar nuestro sufrimiento emocional es considerado todavía como una muestra de debilidad, incluso de borrón en la imagen pública que tengamos. Esto es, podemos decir con absoluta tranquilidad que tenemos una migraña o una gastroenteritis y que, por tanto, necesitamos ir al médico, pero no sentimos la misma tranquilidad a la hora decir que nos duele el alma, que estamos deprimidos, que necesitamos ir al psicólogo.
  • Crisis económicas, crisis sanitarias, etc. que nos depara la vida y que pueden generarnos traumas porque a la cruda realidad le importa nada nuestra felicidad.
  • Ahora bien, si hay una posible causa que me exaspera especialmente es la influencia tóxica de un líder áspero, emocionalmente hablando, incluso duro y generador de miedo. La vida ya es bastante complicada como para que un responsable de equipo, que necesita la mejor versión de su gente, sea ajeno a la necesaria gestión emocional del equipo y repita mantras del tipo “A trabajar se llega llorao, …” (ya sabes que palabras completan esos puntos suspensivos).

Dedicamos muchas horas a trabajar al día, para tenerlo que hacer en un entorno donde no pueda expresar como me siento y esperar apoyo corresponsable al respecto. Aquí tenemos otra revolución pendiente en la forma de gestionar los estados emocionales de las personas y equipos en los ecosistemas empresariales, si queremos que conseguir cercanía relacional real versus cercanía espacial tradicional.

3.- ¿Qué podemos hacer como responsables de un equipo al especto?

Las claves más básicas e importantes son:

  • Aceptar con naturalidad que las personas sentimos emociones limitativas y pueden afectarnos de forma perjudicial si nos las tragamos, tanto a los colaboradores como a los jefes. Sí, sí, a los jefes también. No debería preocuparnos tanto cómo afecta a nuestra imagen pública y sí a la salud de nuestro equipo y propia.
  • Facilitar el espacio de confianza necesario para que las personas declaren verbalmente dichas emociones y las pongan encima de la mesa: “Yo me siento triste y no puedo con esta situación”, “Yo siento miedo y no puedo con este nuevo reto”, etc. Verbalizarlo puede parecer un pequeño primer paso para una persona, pero es un gran paso para su salud emocional.
  • Ofrecer ayuda si es necesaria. La soledad es la peor compañera de una emoción que ahoga a alguien; bien acompañado todo es más fácil. Un responsable, por el hecho de escuchar empáticamente un miedo, ya está ayudando; si además muestra su disposición a acompañar al colaborador en la búsqueda de la solución a la causa de dicho miedo, entonces la “soledad” se diluye más todavía.
  • Invitar al colaborador a que especifique qué ayuda necesita con una petición concreta y de una manera corresponsable, también fomenta la cercanía relacional que disipa la soledad ante la gestión de las emociones limitativas.

En definitiva, no te tragues más las emociones que te perjudican y limitan; compártelas con quien te aprecie bien y facilita a tu entorno un espacio de confianza para que haga lo propio. Somos personas y no máquinas inanimadas. De esta manera, nos evitaremos ahogos innecesarios, evitaremos ahogos innecesarios y perjudiciales a nuestro entorno y la ingesta de tanto psicofármaco, que termina pasando su propia factura.

Por último, te invito a que saques tus propias conclusiones respondiendo a las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué emoción te cuesta más permitirte?

2.- ¿Qué emociones limitantes no estás gestionando en tu equipo?

3.- ¿Cuál puede ser la causa de lo anterior y qué clave te está faltando para hacerlo?

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Muchas gracias de corazón y, recuerda, no basta con la reflexión, para avanzar es necesario pasar a la acción.

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