Realidad vs. Expectativas

¿La realidad te estropea una buena expectativa?

¿Qué tipo de persona eres, de las que utiliza la báscula para conocer los datos de la evolución de su peso en época de confinamiento o de las que guarda la báscula para no llevarse disgustos? ¿Qué consecuencias trae consigo cada una de dichas actitudes?

Según la R.A.E., expectativa significa, bien “la esperanza de realizar o conseguir algo”, bien “la posibilidad razonable de que algo suceda”. Claro está que entre la esperanza ciega y la posibilidad razonable hay una gran distancia de significado.

Por otro lado, la realidad es lo que sucede, los implacables hechos que ocurren. Por mucho que nos empeñemos en lo contrario, a la realidad le importa bien poco nuestras expectativas personales y, por ende, nuestra satisfacción personal y del equipo.

Dicha satisfacción es igual a nuestra percepción y aceptación de la realidad menos las expectativas que me cree y cree en el equipo, que puede oscilar entre la esperanza ciega o la posibilidad razonable de logro, como decía anteriormente.

Actualmente, un líder ágil necesita más que nunca analizar objetivamente los datos que ofrece la realidad sobre las oportunidades y amenazas de su mercado, para así poder detectar debilidades y fortalezas de su negocio que le ayuden a tomar buenas decisiones de implantación a tiempo (Ver post “Del caos creativo a la excelencia innovadora”). Esta actitud e inversión de tiempo son imprescindibles.

Y a partir de lo anterior, un líder ágil ha de gestionar eficazmente las expectativas del equipo para no generar insatisfacción innecesaria en el mismo, por comportarse como un “Negacionista optimista”, que niega la realidad y, además, ofrece más esperanza ciega a su equipo que posibilidades razonables. Creo que es más saludable un comportamiento “Realista posibilista”, ¿No te parece?

¿Cómo gestionar las expectativas del equipo de manera “Realista posibilista”?

Un líder ágil ha de ser totalmente transparente presentando la “cruda realidad” a su equipo. Dulcificar la realidad, no solo es síntoma de un liderazgo paternalista que no respeta la mayoría de edad de los colaboradores, sino que también es la crónica anunciada de la frustración del equipo, a medio y largo plazo.

A partir de lo anterior, que es fácil decir y no tanto hacer, un líder ágil ha de conocer las expectativas de cada miembro del equipo al respecto y contrastarlas con las posibilidades razonables que ofrece la realidad, interpretadas por el líder, y ver la probabilidad de logro real.

Mi experiencia me dice que el líder comete dos errores importantes, habitualmente:

  1. No conocer las expectativas prioritarias y actualizadas de su equipo. Lo que no se conoce no se puede gestionar.
  2. Facilitar la generación de “esperanza ciega” o de posibilidades poco factibles en las expectativas de su equipo, en cuanto a la posibilidad de logro se refiere.

¿Cómo conocer las expectativas de mi equipo? Evidentemente, sentándonos con él y preguntándole abierta y sinceramente al respecto. O bien, escuchando empáticamente a las personas cuando hablen de ello. Esto es de cajón y creo que se hace mucho menos de lo que se debiera. Las razones pueden ser la falta de tiempo, el miedo a escuchar cosas que no me gusten, etc., y es imprescindible contrastarlo.

Para evitar sueños inalcanzables, un líder ágil baja el listón de la posibilidad de logro en la mente de su colaborador, por definición. Dicho de otro modo, evita formular promesas imposibles al equipo. Sin lugar a duda, es mucho más eficaz que la esperanza de logro sea baja desde el inicio porque cualquier logro que se obtenga será bienvenido. Lo contrario facilita la frustración innecesaria.

En conclusión, un líder ágil afronta la cruda realidad, y las oportunidades y amenazas que esta trae consigo, con aceptación y entereza, sin negarla o esconder la cabeza. Además, presenta a su equipo dicha realidad con transparencia y es muy prudente a la hora de gestionar la probabilidad de logro de las expectativas de su equipo. Prefiere la sorpresa positiva que lo contrario. Bastante cruda es la realidad a veces, para que una mala gestión de las expectativas la convierta en infumable.

Unas últimas preguntas de reflexión y acción:

  1. ¿Cómo te ve tu entorno, “Realista posibilista” o “Negacionista optimista”? ¿Cómo te ves tú?
  2. ¿Trasmites la cruda realidad con transparencia al equipo?, ¿Para qué no lo haces y qué consecuencias tiene?
  3. ¿Eres prudente bajando el listón de la probabilidad de logro de las expectativas del equipo? Si no eres prudente, ¿Qué te lo impide?

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Muchas gracias de corazón y, recuerda, no basta con la reflexión, para avanzar es necesario pasar a la acción.

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