¿Colaboras o «laboras»?

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¿Representa este cuadro la esencia de cómo encaramos los conflictos de interés en el día a día? En muchas ocasiones parece que sí. Basta observar cualquier discusión entre nuestros políticos en el Congreso, tertulianos en radio o televisión, particulares en Twitter, etc., para llegar a la conclusión de que parece que a los españoles nos gusta darnos “garrotazos dialécticos”.

¿Esta cultura de relación es la mejor forma de encarar los retos de negocio que tienen las empresas españolas? Según el informe de IDC, basado en una encuesta realizada a 200 empresas y administraciones públicas, prioridades de negocio tan importantes como la mejora de la productividad de los equipos, requieren más de colaborar empresarialmente y no tanto de “laborar” individualmente.

¿Qué es la colaboración empresarial?

La colaboración empresarial es una forma de trabajar cuyo fin es obtener el máximo potencial derivado del talento y la interacción de las personas a través de:

  • El uso frecuente de tecnologías que permiten comunicación e interactividad: por ejemplo, herramientas para co crear o compartir información en cloud, sistemas de comunicación entre empleados como mensajería instantánea o videoconferencias, etc.
  • Una transformación física de los espacios de oficina hacia centros de recursos de valor: espacios más diáfanos para una colaboración más ágil, incluso trabajo no asociado a un lugar físico ya que puede hacerse en cualquier lugar, momento y desde cualquier dispositivo.

Según el informe de IDC, “El 81% de las organizaciones consideran que las personas son el aspecto más relevante en el contexto de colaboración empresarial”, más que la tecnología (18%) o el espacio (1%).

Por tanto, las claves de la colaboración empresarial son las personas y la cultura corporativa que fomente el trabajo en equipo. Por ello, te pido que te mires al espejo y reflexiones sobre cómo contribuyes a la necesaria cultura de colaboración de tu empresa y qué barreras puedes tener.

¿Cuáles son las barreras más frecuentes a la hora de colaborar?

  • Somos más egotistas que empáticos. Me encanta hablar de mí pero menos entender a la otra parte. La frase de Steven Covey: “Primero entiende y después hazte entender” es una especie en peligro de extinción.
  • Más que respetar lo diferente, somos metralletas de juzgar a los de enfrente. Oímos a nuestros interlocutores sin demostrar respeto real a sus opiniones y juzgando rápidamente lo que nos dicen, y a quien lo dice. Ponemos más etiquetas que los comercios en rebajas.
  • Tenemos mucha guasa pero poco sentido del humor, y del perdón. En cuanto nos dicen algo que no nos gusta, o tenemos una mala experiencia, recordamos y no olvidamos. No tengo claro si nuestro principal “pecado” es la envidia o el rencor. ¿Qué opinas?
  • Huimos del conflicto como de la peste. Mejor hablar del tiempo que de lo que realmente importa. Prefiero decir “sí” aunque sea “no”, hasta que un día no puedo más y exploto, o critico por detrás.
  • Perdemos de vista el propósito común del equipo que está por encima de los propósitos individuales de cada persona. Es cierto que muchas veces las culturas corporativas provocan este individualismo al no ofrecer objetivos de negocio comunes a los equipos y sus consecuentes compensaciones.
  • Tenemos una mentalidad de competición más que de colaboración. Vemos a los demás componentes de la cadena de valor como “adversarios” más que como colaboradores. Y no sólo pasa con agentes externos a nuestra empresa (cada vez hay menos socios colaboradores y más “proveedores a quien estrujar”), sino también con colegas de nuestra empresa.
  • Ponemos más énfasis en lo que nos distancia que en lo que nos une, a la hora de negociar la mejor solución para ambas partes.
  • Colaborar está genial, pero que lo hagan los demás. La resistencia al cambio de algunos líderes es alta porque sienten vértigo ante la pérdida de control que parece que conlleva:
    • Trabajar en espacios diáfanos, en vez de en su despacho de toda la vida.
    • Co crear sumando argumentos, desde la autoridad y no desde la jerarquía.

Concluyendo, el líder ágil colabora profesionalmente sin dudarlo e invita a todo su equipo a hacer lo propio. Utiliza la tecnología y los espacios de trabajo a tal efecto, y sobre todo, da ejemplo con sus comportamientos para generar la cultura de colaboración que los ecosistemas empresariales actuales necesitan para encarar los retos de la economía digital.

Las reflexiones clave a realizar son:

  • ¿Qué te está faltando a ti para ser más colaborativo?
  • ¿Qué le está faltando a tu equipo para ser más colaborativo?
  • ¿Qué ganará el equipo si cambiáis?

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